jueves, 23 de abril de 2009

Leónidas y los 300 espartanos

La historia de la humanidad está llena de ejemplos de coraje, sacrificio y valentía. Uno de esos ejemplos que quedó marcado en mi memoria como uno de mis héroes favoritos fue el caso del rey Leónidas y sus 300 espartanos.
¿Quién fue Leónidas? Fue uno de los hijos de Anaxandridas II de Esparta. Sucedió en el trono, allá por los años 489 o 488 a. C., a su hermanastro Cleómenes I y se casó con Gorgo, la hija de éste. Al tener dos hermanos mayores, Cleómenes y Dorieo, no se esperaba que pudiera llegar a reinar, pero el primero falleció sin descendencia masculina, y el segundo murió poco antes que Cleómenes, en Sicilia, también sin descendencia, luchando contra los cartagineses.
En el año 480 a. C., el imperio persa estaba en plena expansión comandado por Jerjes I, quien tenía bajo su mando uno de los ejércitos más grande y poderoso de la época. Ante la amenaza de la llegada de Jerjes y su armada, los éforos de Esparta enviaron a Leónidas al frente de 300 hoplitas y 4.000 soldados aliados para bloquear al ejército persa en el paso de las Termópilas.
Los 300 hoplitas constituían la guardia real, a razón de un centenar por cada una de las tres tribus en que estaban divididos los espartanos. Este cuerpo estaba formado por ciudadanos de Esparta que contasen con algún descendiente masculino a fin de que, en el caso de fallecer en combate, no se extinguiera la familia.
Cabe destacar que si bien en un principio se decía que fueron 300 espartanos nada más los que defendieron el paso de las Termópilas, contra aproximadamente un millón de efectivos persas, las investigaciones modernas sugieren que en realidad fueron 6.000 griegos contra 250.000 persas, una fuerza impensable para la logística de la época, y que no quita el mérito a los espartanos, dada la superioridad numérica entre una fuerza y otra. En cuanto a la cantidad de griegos, eran en principio 300 espartanos, cada uno de ellos acompañado por 2 ilotas (que eran sus siervos personales), a quienes se unieron hombres de todas las colonias espartanas, y aliados como los beocios de Tespia.
Según una historia contemporánea del siglo V a. C., Leónidas iba acompañado únicamente por una fuerza pequeña porque se dirigía deliberadamente a su perdición, ya que un oráculo había vaticinado que todos los estados griegos, incluyendo Esparta, sólo podrían ser salvados con la muerte de uno de sus reyes, a lo que Leónidas habría respondido: “Yo soy ese rey”.
Varias anécdotas demuestran la valentía y bravura atribuida a los espartanos. En el primer día del sitio, el 9 de agosto de 480 a. C., cuando Jerjes exigió a los griegos la entrega de sus armas, Leónidas contestó: “Molon labe” (“Ven a tomarlas”).
Los hombres de Leónidas repelieron los ataques frontales de los persas los dos primeros días. Al tercer día, el rey dijo a sus hombres: “Desayunad bien, puesto que esta noche cenaremos en el Hades (Infierno)”.
Ese día, el griego Efialtes, traicionando a sus compatriotas, condujo a Hidarnes, general persa, por un camino entre las montañas hacia la retaguardia de los griegos. Leónidas decidió quedarse en el paso con sus 300 espartanos enviando al resto que quedaba de sus tropas a sus hogares para que cuenten la heroica historia de estos guerreros.
El emperador persa veía y no entendía como tan pocos podían hacer tanto daño a sus hombres, incluida su fuerza de elite, llamada los Inmortales ya que cada soldado que caía muerto era reemplazado inmediatamente por otro en su puesto. Fue tal el ímpetu con que lucharon los espartanos que Jerjes decidió abatirlos desde lejos con sus arqueros para no seguir perdiendo hombres. Leónidas fue alcanzado por una flecha y los últimos espartanos murieron recuperando su cuerpo para que éste no cayera en manos enemigas. La batalla duró cinco días y los persas consiguieron derrotar a los temidos espartanos, pero éstos ya habían retrasado notablemente el avance persa, lo que permitió la evacuación de Atenas y la reorganización de las tropas y fuerzas navales griegas, diezmando la moral de los persas y provocando un buen número de bajas.
Esparta enterró a Leónidas con todos los honores, incluyendo una exhibición de duelo no habitual entre los espartanos. En el lugar de su muerte se levantó un monumento con un león junto con una inscripción escrita por el poeta Simonides que decía así:
“Oh, extranjero, informa a Esparta que aquí yacemos,
todavía obedientes a sus órdenes”.



Fuente: Wilkipedia

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